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El acto de nombrar a un individuo
como función primaria de los nombres propios
Eduardo Tadeu Roque Amaral
(Universidade Federal do Triângulo Mineiro)
Introducción
En muchos trabajos sobre los nombres propios, principalmente en los estudios clásicos de lógicos y filósofos, los autores analizan solamente los usos en que esos elementos se encuentran desnudos, o sea, sin determinantes y sin complementos, refiriéndose a un único individuo. Se suele denominar este uso de diferentes modos: “típico”, “prototípico”, “estándar”, “referencial” u “ordinario”. En los últimos años, los lingüistas, sobre todo a partir de Kleiber (1981), investigan también diferentes aspectos sintácticos y semánticos de los nombres propios, especialmente los l amados “nombres propios modificados”, como en “El Juan de los años 80”; “Conozco a varias Marías”; “Este niño es un Picasso” — cf. Fernández Leborans (1999a) y una extensa bibliografía en lengua francesa: Gary-Prieur (1994), Jonasson (1994), Kleiber (1996) y (2006), Langue Française (2005), Leroy (2004), Noail y (1995). Pero de manera general se considera como prototípico el uso referencial del nombre propio, como en “Juan no está”. En este trabajo, que presenta algunos resultados de nuestra investigación doctoral (AMARAL, 2008), vamos a rever la noción de uso típico y en su lugar proponer la noción de función primaria del nombre propio. La propuesta se hará a partir del análisis de datos del español escrito contemporáneo. En primer lugar, veamos algunas propuestas teóricas sobre el tema presentadas por autores de Aspectos teóricos
Granger (1982, p. 29) defiende que la construcción típica del nombre propio (o “pura”, como la l ama el autor), sería el vocativo. El autor afirma: “Es por la posibilidad de funcionar como interpellateur que propondremos caracterizar el caso puro del nombre propio, aunque esa posibilidad se realice solamente con nombres de personas” (Traducción nuestra). Con base en esa idea, Granger argumenta que la única especificidad del nombre propio es de naturaleza pragmática, lo que excluye la posibilidad de determinarlo a través de rasgos sintácticos o semánticos. Sin embargo, aunque ésta (la interpelación) sea una de las funciones pragmáticas de los nombres propios, no es exclusiva de esta clase de palabras: un nombre común también puede tenerla. Lo que no es posible, como se verá, es nombrar a un individuo sin la Por otro lado, Ozaeta Gálvez (2002, p. 235) afirma que la identificación sería la función primaria por excelencia del nombre propio: “La identificación es la función primaria por excelencia, en virtud de la cual […] se establece un vínculo singular entre una entidad y un nombre, lo que remite a la función referencial y al carácter deíctico de éste”. Mantenemos en este trabajo la expresión “función primaria” utilizada por la autora, pero la vamos a definir de otra forma, a partir de la idea de Para Fernández Leborans (1999a, p. 110), el uso l amado “denominativo” estaría entre los usos prototípicos del nombre propio. En ejemplos como “Mi madre se l ama María”, “Mi nombre es María”, “Se hace l amar Belinda”, tendríamos una función “no referencial” en la que el nombre valdría como “etiqueta” para permitir la fijación y disponibilidad de su referencia. De hecho, la noción de fijar la referencia, tan discutida entre los filósofos, está relacionada con la función primaria que vamos a ver, pero será importante en este trabajo observar que tendremos varios contextos específicos de los Respecto a las funciones que los nombres propios pueden desempeñar, Lyons (1977) señala dos: referencial y vocativa. Aun de acuerdo con el mismo autor, sería necesario diferenciar el uso referencial o el vocativo de los usos en los l amados enunciados apelativos, como en “Te presento a Juan” y “Se l ama Juan”. En estos ejemplos, ocurre lo que Lyons l ama de “nominación” (nombramiento) didáctica, en que se enseña a alguien, formal o informalmente, que un nombre particular está asociado a una persona, objeto o lugar particular por una convención previa. La pregunta que podemos hacer sería: ¿Este acto de enseñar a alguien que un nombre X está asociado a un individuo o el de atribuirle un nombre a una entidad estaría más cerca de una función propia del nombre propio? En este trabajo respondemos positivamente a esta cuestión y defendemos que la función primaria del nombre propio está relacionada con el acto de nombrar una entidad — con el acto de bautismo o de fijación de la referencia, en términos filosóficos (FERNÁNDEZ MORENO, 2006; KRIPKE, 1982; PÉREZ OTERO, 2006) — o con el acto de recordar textualmente que a un determinado individuo está asociado un cierto nombre. Lo expuesto nos l eva a asociar la función primaria del nombre propio al acto de presentar (o de recordar) el nombre de una entidad, o sea, se considera que los usos en que se presenta (o se recuerda) el nombre de un individuo constituyen los En la próxima sección, presentamos algunos recursos lingüísticos que nos permiten sostener la idea anterior. Utilizamos para el o datos del corpus de nuestra investigación doctoral, el cual está constituido por textos publicados electrónicamente en la sección “Entretenimientos” (“Espectáculos”) del diario argentino La Nación durante el mes de julio de 2005 (www.lanacion.com.ar). Debemos aclarar que el análisis de este trabajo se centra únicamente en los antropónimos, o sea, los nombres propios de persona, incluidos en este conjunto una serie de elementos como nombres de pila, apel idos, patronímicos, apodos, hipocorísticos y seudónimos. Análisis de los datos
En Amaral (2008), se presentan y se discuten varias construcciones en las que el antropónimo cumple su función primaria de nombrar a un individuo. En este trabajo presentamos algunos ejemplos. Los primeros son aquel os en que el antropónimo se encuentra en oraciones con los verbos “l amar”, “conocer” y “bautizar”. (1) Vos tenés un amigo en la secundaria que se llama Adrián Suar, que
(2) Para deleite de la muchedumbre, el clavado derriba brutalmente a su adversaria, María Remedios Condori, mejor conocida como Julia la
Paceña
(http://www.lanacion.com.ar/724734).

(3) Guarany (hijo de padre indio y madre criol a, bautizado Eraclio Catalín)
se levanta todos los días a las 7.30 y, después de l evar a su hijo a la escuela, se dispone a tomar mate con gal etitas, tostadas “y todas las cosas ricas que prepara mi mujer” (http://www.lanacion.com.ar/723676). El ejemplo (1) presenta el verbo “l amar”, que puede ser considerado el más típico para enseñar el nombre de alguien. Sería imposible sustituir “Adrián Suar” por un nombre común o por una descripción definida. Lo que se hace es informar el nombre de una persona en una especie de “bautismo textual”. En (2), aunque fuera posible sustituir “Julia la Paceña” por un SN, este nuevo constituyente tendría carácter antroponímico, o sea, tendría como función presentar un segundo nombre atribuido a “María Remedios Condori”. En el tercer ejemplo, nuevamente sería imposible cambiar “Eraclio Catalín” por otro elemento diferente de un antropónimo. Todo esto nos muestra que estamos ante construcciones en que el antropónimo ejerce su función Otros ejemplos en que el antropónimo ejerce esa función son aquel os en que tenemos ítems léxicos que nos sirven para clasificar los antropónimos (como “nombre de pila”, “apel ido”, “apodo”, “alias”, “hipocorístico” etc.). (4) [Alberto Castil o] Hizo su debut con el nombre de Alberto Dual
(5) Werner Herzog (cuyo verdadero apellido es Stipetic) fue uno de los
principales referentes de la nueva ola que revolucionó al cine alemán durante las décadas del 60 y del 70 junto con Wim Wenders, Volker Schlöndorff, Margarethe von Trotta, Alexander Kluge o Reiner Werner Fassbinder (http://www.lanacion.com.ar/718274).
(6) — Fui un enamorado de Wimpi, de Pepe Iglesias, alias “el Zorro”, y de
Juan Carlos Mareco en aquel os años en que la radio tenía la fuerza de los grandes capocómicos (http://www.lanacion.com.ar/720114). En los ejemplos (4), (5) y (6), las construcciones en negrita, que presentan los términos “nombre”, “apel ido” y “alias”, posibilitan que el antropónimo destacado presente su función primaria de nombrar a alguien, a pesar de que, como se puede ver en todos los ejemplos, ya había otro antropónimo asociado a los referentes. También se puede observar la función primaria de los antropónimos en los casos a continuación, en los que tenemos la presencia de “como” antes del nombre propio. En ambos ejemplos se informa al lector cuál es el antropónimo asociado al individuo. Nuevamente sólo es posible que encontremos antropónimos en los (7) El responsable de esta nueva vertiente escultórica es Esteban Chorosky
(8) Acorde con su propio reglamento, usa un guardapolvo blanco con un En los ejemplos anteriores, (1) a (8), los antropónimos ejercen plenamente su función primaria de nombrar a un individuo. Se ve asimismo que no es posible que encontremos un elemento no antroponímico en la posición en que se encuentran, lo que refuerza nuestra tesis, que asocia la función primaria al acto de presentar (o de En los casos a continuación, aunque este último rasgo no sea propio de las construcciones, es decir, se podría encontrar elementos no antroponímicos donde están los antropónimos, es posible afirmar que los nombres de personas ejercen la función pragmática de nombrar a un individuo. Entre los ejemplos, se encuentran aquel os con estructuras apositivas, (9) y (10); con oraciones copulativas, (11); y con recursos gráficos que sirven para señalar un acto de nombramiento, (12). (9) Gustavo Mozzi, el productor que estuvo en la cocina de todo el
proceso de grabación, buscó que estos materiales tuvieran la
referencia de los estilos característicos de varios directores de orquesta muy reconocidos durante las décadas del cuarenta y cincuenta (10) La Superintendente en Jefe de la Policía londinense, Helen Ball,
dijo que esta podría ser una de las mayores operaciones de policía de los últimos años, comparable con la organizada con motivo del Jubileo de Oro de la Reina (http://www.lanacion.com.ar/717696).
(11) Aquí el protagonista es Max, un niño marginado por quienes lo
rodean que, en un intento por escapar de las reyertas de sus padres y de las burlas de sus compañeros de escuela, se refugia en sus sueños y en sus fantasías (http://www.lanacion.com.ar/721059).
(12) Aunque también dio la bienvenida a un diseñador (Mariano Toledo) y
a un cocinero (Ramiro Rodríguez Pardo)
En (9) y (10), aunque las diferentes posiciones del antropónimo respecto al sintagma definido generen valores informativos distintos (cf. SUÑER GRATACÓS, 1999, p. 539), el antropónimo sirve para nombrar al referente de este SN. En (11), aparte de la idea de identidad (cf. FERNÁNDEZ LEBORANS, 1999b, p. 2398), la cópula permite al usuario de la lengua presentar a su interlocutor el antropónimo que está asociado a un individuo, o sea, al protagonista de la película Las aventuras del Niño Tiburón y la Niña de Fuego. Por fin, en (12), un recurso gráfico, los paréntesis, permiten que el antropónimo mantenga su función de nombrar a un individuo, en el Conclusiones
El análisis de los datos de lengua española escrita nos permitió comprobar la tesis defendida en este trabajo: la función primaria de los nombres propios está asociada al acto de presentar (o de recordar) el nombre de un individuo. Los recursos lingüísticos identificados que le posibilitan al antropónimo ejercer esa función son: a) verbos como “l amar”, “conocer” y “bautizar”; construcciones con ítems como “nombre de pila”, “apel ido”, “apodo”, “alias”, “hipocorístico” etc.; y construcciones con “como”. En los contextos analizados, no es posible que encontremos elementos que no sean En un segundo momento, fue posible presentar algunos ejemplos cuyos antropónimos no ocupan posiciones exclusivamente antroponímicas, pero que constituyen casos en que se observa también que el antropónimo ejerce la función de nombrar a un individuo. Son construcciones: con estructuras apositivas; con oraciones copulativas; y con recursos gráficos como los paréntesis. Nuestro análisis se aleja de muchos trabajos sobre nombres propios, que, como se ha visto, consideran el uso referencial como prototípico. Además, la propuesta presentada aquí se difiere de aquel as de Granger (1982), Ozaeta Gálvez (2002) y Fernández Leborans (1999a). Teniendo en cuenta que el antropónimo es esencialmente un nombre de persona, es completamente natural que se considere como función primaria suya la de nombrar a uno. Referencias
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Source: http://www.letras.ufmg.br/espanhol/Anais/anais_paginas%20_2502-3078/El%20acto%20de%20nombrar.pdf

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