Relaciones entre estructura e historia de la ciencia
Dr. César Lorenzano Este artículo fue presentado en el Primer Congreso Latinoamericano de Historia de la Ciencia y la Tecnología que se realizó en Puebla, México, en 1982, y en el que se fundó la Sociedad Latinoamericana de Historia de la Ciencia y la Tecnología. Se encuentra publicado en la primera edición (1988) de La estructura del conocimiento científico, constituyendo su capítulo 7, pp. 165-180.
Introducción
Hasta aquí hemos historiado las sucesivas teorías metodológicas, mostrando
simultáneamente sus alcances y sus limitaciones.
Quedan, sin embargo, algunos puntos problemáticos, no explicados todavía, y
que hacen a una añeja discusión en historia de la ciencia, aquella que entablan los que piensan que la ciencia es una empresa autosostenida, que depende, para su progreso, únicamente de sus propios factores, y los que postulan que en su evolución es determinante la incidencia de factores extracientíficos —socioeconómicos, culturales, etc.—, y que identificaremos en adelante como visión internalista la primera y externalista la segunda.
Resultará nítido al final de la investigación expuesta en este capítulo que sólo la
percepción precisa de la estructura de las teorías científicas podrá clarificar la manera en que la sociedad incide sobre la formación y el desarrollo de la ciencia, unificando los criterios externalistas e internalistas.
Iniciemos el análisis a partir de una diferencia anterior, que escinde las
perspectivas incompatibles acerca de la ciencia —"gestalts" opuestas y contradictorias— a historiadores y filósofos.
Separados por un corte profundo, ambos campos tienden a actuar como si fuera
absolutamente válida la distinción neo-positivista entre contexto de descubrimiento, al que pertenecería la historia, y contexto de justificación, del ámbito de la filosofía, en cuyo seno tiene sentido descifrar la estructura de las teorías científicas.
Historia y filosofía quedan a ambos lados de esta demarcación, ajenos y
La preeminencia otorgada por la corriente neo-positivista al análisis filosófico de
las teorías llevó a un autor como I. Lakatos a borrar las fronteras, no para una mejor integración de ambas disciplinas, sino para invadir el área del historiador, y postular que historia de la ciencia es aquella cuyos hechos relevantes son los seleccionados por una determinada filosofía de la ciencia, en un gesto de neto imperialismo filosófico.
No menos imperiales se comportaron algunas corrientes historiográficas: ciencia
sería aquello que describen los historiadores, y sus problemas interesantes se contestan a través de la investigación histórica, ya sea como hecho inmanente en cuyo desarrollo se encuentran las respuestas a todas las preguntas planteadas por la empresa científica, o sea como estudio de los condicionamientos sociales del fenómeno científico; tienden a considerar a la ciencia puro descubrimiento, pura génesis, soslayando que por largos períodos es evolución de teorías que tienen el peso de la permanencia, de las que es pertinente la pregunta no sólo por las condiciones de su establecimiento, sino también por su estructura, por la relación que guardan entre sí sus elementos constitutivos, con sus múltiples objetos de estudio, y con la producción social del conocimiento, a fin de
poder discernir lo que permanece de lo que evoluciona, y en razón de que este último evoluciona.
Se trata de eludir, pues, un mecanismo ingenuo, o el proclamar vacuamente una
autonomía "relativa" entre ciencia y sociedad, sin establecer el nudo teórico al que referir la autonomía, ni, por lo tanto, fijar los límites a la relatividad que se proclama.
La ciencia como pura estructura, como pura justificación, que olvida la historia,
tiene como contrapartida a la historia sin justificación, sin análisis metodológico.
La división entre los contextos, tácitamente aceptada por ambas posiciones en
sus respectivas prácticas y argumentaciones, divide por lo tanto a la historia y a la filosofía de la ciencia.
Si damos por sentada la racionalidad de ambas empresas, debieran existir en la
actividad científica facetas que las justificaran, y al mismo tiempo permitieran entender el efecto de pantalla que realizan, al ocultar a la vista de unos y otros, la racionalidad de la otra percepción, hermana y contrapuesta, sobre la ciencia.
Sólo a partir de una nueva teoría de la historia de la ciencia, que abarque estas
diferentes "gestalts", es posible obtener la necesaria integración de los factores internos y externos en la explicación tanto de la estructura como de la historia de la ciencia.
La intuición básica es que en las teorías sobre la historia de la ciencia confluyen,
o pueden confluir, tres vertientes teóricas: 1) la filosofía de la historia, 2) la historia de la ciencia, y 3) la filosofía de la ciencia.
Recordemos al respecto las teorías de la historia de la ciencia que nos proponen
tres autores: Althusser, desde la filosofía de la historia, el marxismo; Kuhn, desde la historia de la ciencia; o Lakatos, desde la filosofía de la ciencia, para ilustrar esta intuición, y comprender cómo cada una de estas teorizaciones, al alterar el núcleo que hemos propuesto como nudo de intersección de tres disciplinas, alteran el quehacer de los cultores de los otros campos, además de aquél del que originariamente partió la propuesta.
La filosofía de la ciencia nunca será la misma después de Kuhn o Althusser; las
propuestas de Lakatos —un filósofo— se continúan discutiendo en la comunidad de historiadores, que agregaron a su bagaje propio polémicas sobre el convencionalismo o el refutacionismo en ciencia, originarias de la filosofía.
Este va a ser el objeto de mi exposición: analizar las interconexiones de filosofía
de la ciencia, historia de la ciencia y teoría de la historia, en el punto preciso en que se articulan, la filosofía de la historia de la ciencia.
Para ello, voy a emplear las siguientes herramientas conceptuales:
1. La periodización de la historia de la ciencia adelantada por Thomas Kuhn en su
obra La estructura de las revoluciones científicas. De este autor voy a retener fundamentalmente la noción de paradigma sostenida por una comunidad científica.
2. El materialismo histórico, como teoría de la historia, en el que las capas y clases
sociales, con sus relaciones y conflictos, son los elementos explicativos, y en cuyo contexto la noción de comunidad científica pueda ser asimilada y ampliada.
3. La concepción estructural de las teorías científicas, como elucidación formal de
los paradigmas. Con estos elementos intentaré establecer una teoría de la historia de la ciencia
que tome en cuenta la evolución de la estructura de las teorías científicas, o mejor dicho, la forma en que la historia, como un todo articulado y contradictorio —mediada por la
historia particular de la ciencia, cuyo agente histórico es una capa muy diferenciada de la sociedad, la comunidad científica—, influye sobre la evolución y cambio de las ma- trices disciplinarias, en la única manera en que puede hacerlo: a través de las peculiaridades de su propia estructura. 1. La ciencia como rama de producción.
Comencemos haciendo una puntualización. Las teorías científicas son
obviamente una producción. Existe un proceso en que una cierta materia prima es transformada, de una manera activa, en un producto conceptual al que damos el calificativo de "científico". (Para Marx 1978, p.26, no sólo la ciencia, sino también sucesos conceptuales tales como la religión, la moral, etc., están inmersos en un proceso de producción:
"También las formaciones nebulosas que se condensan en el cerebro de los
hombres son sublimaciones necesarias de su proceso material de vida, proceso empíricamente registrable y sujeto a condiciones materiales. La moral, la religión, la metafísica, y cualquier otra ideología, pierden así, la apariencia de su propia sustantividad. No tienen su propia historia ni su propio desarrollo, sino que los hombres que desarrollan su producción material y su intercambio material, cambian también, al cambiar esta realidad, su pensamiento, y los producios de su pensamiento". )
La ciencia como producto en el pensamiento del científico individual ha sido
desarrollada por Althusser, siguiendo indicaciones de la Introducción general a la crítica de la economía política de Marx; no es ahora la ocasión de hacer su crítica, pero podemos señalar aquí que esta interpretación es más propia de una teoría del conocimiento en general que del conocimiento científico, pues este último es más una empresa comunitaria que una empresa individual. Un producto social y no un producto del científico. (Marx 1977, p. 36 dice:
"Si no existe producción en general, tampoco existe una producción general. La
producción es siempre una rama particular de la producción —vg. la agricultura, la cría del ganado, la manufactura, etc.— o bien es una totalidad (.) Desarrollaré en otro lado (más adelante) la relación de las determinaciones generales de la producción, en un estadio social dado, con la formas particulares de producción".)
Los procesos conceptuales, incluso algunos más etéreos que los científicos,
pueden ser considerados ramas de producción, con sus relaciones sociales e ideológicas. Será a través de su peculiaridad estructural como se relacionarán con las condiciones generales de la producción.
Consideremos en ella tanto su base material de producción como sus relaciones
productivas, y las ideas que los científicos desarrollan sobre su propia actividad, su ideología.
La base material estaría dada no sólo por la materialidad de los elementos
necesarios para la producción científica—edificios, laboratorios, instrumentos— sino también por su organización institucional.
La estructura social de la empresa científica la conforman las capas sociales que
intervienen en ella: profesionales de la investigación que conforman la comunidad científica, directivos administrativos encargados de controlar la producción y hacer cumplir en la misma los intereses de los grupos que la financian, trabajadores técnicos y administrativos.
La ideología de los científicos no es solamente la "espontánea", aquella que
surge del contacto diario con el material de trabajo, y que supuestamente comparte la comunidad científica, pues expresa una práctica común. Existe también una ideología
"elaborada" que han forjado a lo largo de la historia los propios científicos cuando reflexionan acerca de su rol en la sociedad, además de los valores específicamente técnicos que vehiculiza el paradigma —mencionados por Kuhn en sus escritos posteriores—, y que asimismo incide en el curso de las investigaciones.
Estas ideologías de distinto origen tienden a homogeneizarse en instituciones o
mecanismos institucionales que reglan la interacción de los científicos: sociedades, revistas, congresos, intercambios. Práctica similar, historia compartida e intercambios personales hacen que las capas científicas posean ideologías similares.
En las tres instancias, material, de relaciones sociales, e ideológica, la rama de
producción científica se articula con la sociedad en su conjunto, interpenetrando su historia con la Historia global.
En este primer nivel, sociológico, proveniente de entender las comunidades
científicas de Kuhn como una capa social de la rama de producción científica, podemos adelantar ya una primera respuesta a la pregunta sobre el significado de asignar "autonomía relativa" a la ciencia: es la comunidad científica la que actúa dicha autonomía, al menos de dos maneras:
1) produce el conocimiento científico, respuesta casi trivial, pues así actúan su
autonomía las restantes ramas de la producción, pero además, y esto es lo novedoso de esta producción conceptual,
2) hace objetivo el producto científico, al hacerlo intersubjetivamente válido en su
seno, pues como apunta J. Muguerza (1975) engolando la voz: "¿quiénes, sino los expertos, pueden determinar sobre la validez del conocimiento científico?".
La autonomía relativa se juega, entonces, en la convalidación por parte de la
comunidad científica del conocimiento producido.
La noción de la comunidad científica como agente, no sólo del impacto de la
sociedad sobre la ciencia, sino de la autonomía relativa de la misma, se verá enriquecida cuando consideremos el segundo nivel de análisis, el de la estructura de las teorías científicas. 2. Paradigmas
2.1. La ciencia normal
T. Kuhn nos dice que en un período de ciencia normal, investigación bajo un
paradigma, la actividad del científico consiste en hacer entrar a la naturaleza dentro de sus marcos conceptuales. La aparición de un paradigma no deja acabada a la ciencia; por el contrario, establece numerosos problemas de índole teórica y empírica, conjuntamente con la promesa de ser la herramienta adecuada para resolverlos; en esta labor, prolongada en el tiempo, consiste el trabajo de la comunidad científica durante el período histórico denominado ciencia normal.
Esta visión de la ciencia, empíricamente contrastada por las investigaciones
históricas de Kuhn y otros autores, ha sido refinada mediante el instrumento conceptual proporcionado por el análisis estructural de las teorías empíricas de J. Sneed. Brevemente, éste describe las teorías como un conjunto de conjuntos, en el que diferentes modelos empíricos deben satisfacer una cierta estructura matemática; los modelos son ejemplos empíricos, sistemas físicos reales en los que se cumplen las relaciones especificadas en la estructura matemática, y pueden ser potencialmente infinitos; los primeros modelos o aplicaciones importantes y exitosas (v.g., el sistema
planetario en la mecánica clásica), son lo que Kuhn llama aplicaciones paradigmáticas de la teoría en cuestión.
Existe, decíamos, innúmeros sistemas empíricos a los que potencialmente puede
aplicarse la teoría. J. Sneed los llama intended applications (aplicaciones propuestas) de la teoría, y guardan entre sí algunas relaciones (conexiones, ligaduras), que sujetan el entramado de modelos haciendo al conjunto una estructura cohesiva. Siguiendo esta descripción de las teorías, entenderemos la ciencia normal como la actividad dedicada a encontrar nuevos modelos empíricos (intended applications) exitosos de la teoría, y en refinar ésta para que así ocurra.
Estamos ahora en condiciones de proponer una hipótesis sobre cómo actúa la
sociedad, e incluso sectores internos a la propia comunidad científica, en el seno de la estructura de las teorías, y en qué consiste allí la autonomía relativa de la ciencia frente a la sociedad, y la del investigador frente a su propia capa social.
Ya hemos establecido que es la comunidad científica la que hace
intersubjetivamente válidos tanto al paradigma como a las aplicaciones empíricas incorporadas durante el período de ciencia normal. No es en esta fase de la labor científica en la que va a hacerse sentir, en forma predominante, la influencia de la sociedad como un todo.
Adelantaré la hipótesis de que es dirigiendo la atención sobre una y no sobre otra
"aplicación propuesta" que los diferentes factores del campo extemo a la comunidad científica, o de su propio campo interno, ejercen su influencia sobre la evolución de la producción científica.
Puntualicemos que por lo común las influencias de la sociedad son más fuertes
cuando la investigación de un cierto modelo tiene consecuencias tecnológicas claramente perceptibles, y tiende a la neutralidad cuando dichas consecuencias no se avisoran.
Lo constante a través de todo el período de ciencia normal es un núcleo duro,
formado por la estructura matemática y las aplicaciones paradigmáticas. Lo sujeto a evolución son las aplicaciones propuestas y las especializaciones de la estructura matemática para incluir nuevos modelos empíricos. Diferentes presiones hacen que la investigación se oriente a si cierta y determinada porción de la realidad es efectivamente un modelo de la teoría en cuestión; la comunidad científica, luego de que esto ha sido establecido, garantiza que el resultado sea correcto.
La hipótesis propuesta está en condiciones de ser completada en un sentido tal,
que acentúe la nitidez que hemos intentado dar a la noción de autonomía relativa: pese a la presión social, tendencialmente sólo se intentarían resolver aquellos problemas que son visualizados como legítimos por la comunidad científica. La intuición básica es que así como existe una validación colectiva de las teorías, existiría una validación también colectiva de los problemas científicos, que hace a la objetividad de este aspecto de la ac-tividad científica.
Es en esta convalidación de los problemas donde se vuelve a jugar la autonomía
Quiero poner de manifiesto en este momento la medida en que nos hemos
Para Kuhn, es el propio paradigma el que propone las zonas de la realidad que
son problemáticas para el paradigma en cuestión. En cierto sentido, la evolución de la ciencia normal se limitaría a efectivizar aquello que estaba implícito al comienzo del período paradigmático, en una suerte de inmanencia de la actividad científica, por la que el paradigma se va determinando a sí mismo, en un despliegue casi hegeliano.
Lo que propongo, es que los modelos empíricos no son determinaciones
exclusivas del paradigma; son producto, en cada momento histórico, de las relaciones contradictorias entre la comunidad científica y la sociedad en su conjunto, en la que los problemas sentidos como tales por los distintos factores sociales se proponen como presuntos modelos empíricos a ser investigados con las teorías vigentes, y que a su vez la comunidad científica aceptará o no como pertinentes, en función de consideraciones que provienen de la propia estructura del paradigma (algunos problemas no pueden ser sensatamente considerados como futuros modelos), o de consideraciones pragmáticas, éticas, etc. Por supuesto que esta caracterización no excluye la investigación intraparadigmática, tal como la ilustra Kuhn.
Aunque la convalidación de problemas sea menos fuerte, como determinación
comunitaria, que la convalidación de teorías, tendencialmente sólo serían auténticos problemas aquellos aceptados como tales por la comunidad científica, y por lo tanto materia prima para la historia de la ciencia, mientras que los demás no pasarían de ser anécdota.
Fueron anécdota las investigaciones lingüísticas auspiciadas por el Pentágono en
el marco de lucha contra Vietnam, las investigaciones sobre tortura psicológica en Alemania Occidental o los trabajos sobre patología hepática efectuados por Eppinger en campos de concentración con prisioneros judíos. Cuando la comunidad tiene margen histórico y social para jugar su autonomía, de la.misma manera que aquel que investiga fuera del paradigma deja de ser científico, aquel que investiga problemas explícitamente rechazados por la comunidad científica, se colocaría al margen de la ciencia. 2. La constitución de un paradigma.
Vimos que en la ciencia normal, con un paradigma constituido, los factores
socioculturales actúan presentando posibles modelos empíricos de las teorías, que son aceptados por la comunidad científica como enigmas a resolver, integrando así en una misma explicación histórica elementos que hacen a la historia de la ciencia, a la historia global y a la estructura de las teorías científicas.
¿Actuarán de la misma manera estos factores en otra etapa de la evolución del
conocimiento científico, en la etapa de la ruptura y cambio de un paradigma por otro? ¿Cómo podemos analizar, con el marco conceptual que hemos señalado para la ciencia normal, los cambios que implican las revoluciones científicas?
Recordemos que una teoría empírica está constituida por un núcleo conceptual,
un conjunto de enunciados cuyos términos están definidos en forma matemática, y que llamamos estructura matemática de la teoría en cuestión, y un conjunto de modelos empíricos a los que se aplica la estructura matemática; cuando un paradigma está recién establecido, los modelos a los que efectivamente se aplicó dicha estructura son escasos, pero empíricamente significativos: son los ejemplos paradigmáticos.
De esta dupla, núcleo conceptual y modelos paradigmáticos, es natural suponer
que los últimos, al igual que el resto de los modelos que vayan apareciendo con el desarrollo de la teoría, se elijan entre los múltiples problemas empíricos que privilegian los factores intelectuales y no intelectuales de la sociedad.
Habíamos hablado anteriormente de las corrientes internalistas y externalistas en
la historia de la ciencia, definiendo a éstas como las que asignan importancia determinante, y en ocasiones únicas, a los factores que son externos a la propia empresa científica, y que podríamos nombrar como sociales en general. A su vez dentro de éstos, y llevándolos a sus extremos, es posible distinguir entre los factores intelectuales
externos a la ciencia, con los que nombramos de manera genérica a los culturales, tales como las posiciones filosóficas, religiosas, míticas, etc.
Alexandre Koyré puede ser mencionado como ejemplo de historiador
externalista de factores predominantemente intelectuales. Factores no intelectuales serían los medios de producción, el ejercicio de las tecnologías, etc.; mencionaremos como representante de esta orientación historiográfica a John D. Bernal.
Pero, si esto es así, ¿de dónde proviene el núcleo conceptual? ¿Cómo hunde sus
Hagamos unas breves consideraciones, antes de intentar dar una respuesta. El núcleo conceptual se expresa, en física, en relaciones matemáticas, tal como
la segunda ley de Newton, / = ma, o mejor su expresión diferencial: mD2s/Di2.
Los físicos, y las reconstrucciones lógicas de la mecánica clásica, establecen que
este es el único núcleo conceptual de la teoría.
Mas, ¿lo fue acaso así para Newton, o es así entonces para la historia de la
ciencia? Voy a sostener que el núcleo conceptual es más amplio que la estructura matemática, y que quizás ésta no sea más que una abreviatura (dado que las fórmulas matemáticas son enunciados), de diversos e incluso contrapuestos núcleos conceptuales más amplios.
El compromiso entre los miembros de una comunidad científica no va más allá
de sostener, de compartir, la estructura matemática, sin extender este compromiso al marco conceptual más amplio que abrevia, y que puede ser diferente entre físicos de la misma comunidad.
Ejemplifiquemos: para Newton, el espacio, que en la mecánica clásica es
absoluto, lo era porque era el sensorio de Dios (siguiendo las enseñanzas de su contemporáneo neoplatonista More), y la ley de la inercia está formulada de tal manera, que los astros sólo pudieron entrar en movimiento si Dios hubiera dado el envión inicial; los ejemplos de conceptualizaciones al interior de su mecánica plagadas de misticismo pueden continuar. Sin embargo, la teoría newtoniana fue sostenida por materialistas y ateos consecuentes, provistos de un marco agnóstico que también sentían expresado en la estructura matemática.
Es necesaria una lectura cuidadosa de los Principia de Newton para encontrar en
ellos secciones de fundamentación religiosa, que jamás son citados en la historia de la física hecha por los físicos; al contrario de la lectura sintomática, en la que se llenan los vacíos que dejan los conceptos con lo que no nombran, aquí, al igual que una lectura de la obra de Kepler —cuyo libro, repleto también de misticismo en el que las tres leyes refulgen aisladas— fue prueba para algunos historiadores de que Kepler era como el dios Juno, un ser bifronte, con uno de los rostros fijado en el futuro, pero el otro hundido en la contemplación del pasado, también se pueden borrar cosas que nombra, y que en opinión de la comunidad científica son irrelevantes a la teoría. Se silencian púdicamente estos aspectos del gran hombre, como quien disculpa los exabruptos de un amigo noble.
¿Se trata de una contradicción insalvable entre Newton y sus seguidores, o entre
físicos e historiadores? ¿O, por el contrario, como lo pienso, forma parte de la teoría, en un cierto sentido, y ambos, a su modo, tienen razón?
Sostengo que este marco teórico más amplio, aunque reprimido, existe; es el que
forma sus conceptos con el aporte del marco teórico contemporáneo (teorías científicas, filosóficas, teológicas, ideológicas en general), todas ellas integrantes de los factores intelectuales de la sociedad, de los que no podemos excluir, tal como tiende a hacerlo la historiografía internalista tradicional, las conceptualizaciones sobre tecnología y artesa-nías; los conceptos, aislados (¿abstraídos?) de estas teorizaciones, son integrados en una
nueva teoría empírica del mundo, aquella que conforma el marco teórico más amplio al que hemos hecho referencia, y que, como sabemos, debe tener ejemplos reales para ser una teoría empírica y no abstracta.
Esto tiene varias consecuencias. Por un lado podemos considerar la estructura
conceptual más amplia del creador de un nuevo paradigma, aislar sus.conceptos, y señalar la teoría primitiva de la que provienen, ya sea teológica, política o incluso otra teoría científica.
Pero debemos darnos cuenta de otra cosa, esencial para no calificar de
metafísico a Newton (qua hombre de ciencia), y sobre todo a su mecánica. Sabemos que pese a los conceptos religiosos de los Principia, hacía en ellos ciencia empírica y no metafísica, aunque parcialmente así lo creyera.
Los conceptos, provengan de donde provengan, e independientemente de la
intención de Newton, al salir de la metafísica primitiva e integrar una estructura nueva, en relación con conceptos que le son extraños, alteran sus significados primeros. Resulta claro "sensorio de Dios" en la teoría místico-platónica de More, pero falta analizar si es igualmente claro su significado inserto en un espacio euclídeo, con cuerpos que se mueven siguiendo vectores de fuerza.
Sospecho que la lectura de Newton desde More no es la correcta, y se hace así
por motivos ideológicos de ocultamiento, por parte de la historiografía intelectualista, de otros factores no intelectuales en la formación de las teorías científicas, como pudieran ser problemas urgentes de navegación, bombeo en las minas de agua y aire, etc., que necesitaban respuesta teórica, y que Newton, profundamente interesado en toda la tecnología de su época, iba a solucionar con su mecánica. Propongo que la lectura en Newton de los conceptos provenientes de More, se hagan desde la mecánica clásica, viendo la función que juegan en ella, y no juzgando la función que juegan en la teoría de Moore.
Señalemos, además, que la indisoluble unión con los sistemas físicos reales,
modelos de la teoría, hace a una nueva vuelta de tuerca en el cambio de significación de la estructura conceptual amplia. Pues una teoría física debe prever, predecir, comportamientos reales de los sistemas físicos a los que se supone se aplica. Agreguemos que en física la predicción sólo es posible a través de una estructura matemática sumamente compleja, que en el caso de la mecánica clásica incluye diferenciales. La capacidad de predecir acontecimientos es requisito indispensable en fí-sica para la aceptación de la teoría en cuestión, y ya vimos que esta capacidad la posee sólo la estructura matemática.
Existe acuerdo en la comunidad científica que la predicción valida
exclusivamente a la estructura matemática que la posibilita, y que posee además un desarrollo matemático propio independiente del marco conceptual más amplio del cre-ador de la teoría. Es lo objetivo, intersubjetivo, de la teoría newtoniana, y por consiguiente lo único que pasa a la ciencia física (entendida como propiedad en toda la comunidad científica), y a la lectura sintomática en el nuevo sentido arriba mencionado de los Principia.
Recapitulando: un marco conceptual amplio tiene valor empírico (y es así para
Newton y para la historia de la ciencia) si y sólo si la estructura matemática se cumple en sistemas empíricos; sólo tiene valor a través de la estructura matemática. Pero, curiosamente, su perfecto ajuste al modelo empírico sólo valida a ésta, y no a marcos conceptuales más amplios.
Otra será la oportunidad de analizar si las teorías expresadas en lenguaje no
matemático, distintas a las físicas, poseen un núcleo duro, aceptado por todos, con independencia de marcos teóricos más amplios; en biología o química pareciera ser este
el caso, en primera instancia; en ciencias sociales quizás no sea así por falta de paradigmas (realizaciones universalmente aceptadas), en que la falta de un núcleo duro es analíticamente cierto (si ninguna teoría es aceptada universalmente, ninguna de sus porciones lo es), o quizás pudiera haber núcleos duros potencialmen-176 te universales, pero oscurecidos por los conceptos ideológicos (parciales) que los recubren.
Aunque Newton y Kepler son ejemplos límite de científicos con elementos
teóricos místicos, otros, como Einstein, o quizás acaso Galileo, forman sus teorías empíricas amplias con conceptos tomados de otras teorías científicas o del conocimiento común universalmente aceptados, y obtienen así estatuto de objetividad para los mismos. Pienso que quizás cumplen esta función los experimentos mentales de ambos autores, de exponer y hacer razonable, aceptable antes de llegar a la estructura matemá-tica, el marco conceptual amplio que la sustenta.
Queda como promesa de programa de investigación esto que aquí es simple
enunciación: la idea de que existen dos niveles de sistemas conceptuales en las teorías físicas; uno, la estructura matemática que permite una predicción exacta y contrastable en sistemas físicos, y que puede interpretarse como resumen matemático de marcos conceptuales diferentes; y un segundo nivel, expresado en lenguaje ordinario, armado con conceptos provenientes del campo teórico contemporáneo, aunque algunos puedan ser de nueva creación, organizado para dar cuenta de hechos empíricos cuya contrastación pasa necesariamente por la estructura matemática, y que no es compartido por toda la comunidad científica, o incluso es rechazado por ella.
Este segundo nivel en la historia de la ciencia en ocasiones ha sido el único;
Kuhn nos dice con toda corrección que, en ausencia de paradigmas, las investigaciones son guiadas por filosofías o metafísicas, que dejan su lugar luego a las formulaciones paradigmáticas. Señalan, igual que el paradigma, qué entes pueblan el universo, qué relaciones guardan entre ellos y qué preguntas pueden formulárseles. De ellas se apunta a zonas de la realidad, para estudiarlas, a la manera de pequeñas cosmologías aptas para decir la constitución del universo restringido que se investigará.
Nuestra presunción es que en la constitución de un paradigma, su parte
conceptual, su estructura matemática, proviene de estas teorías metafísicas, de un compromiso entre sus
En posesión de este aparato conceptual, en algún momento de su investigación,
el autor tiene la intuición de que el mismo es expresado por una cierta estructura matemática, que pone a prueba en el sistema físico objeto de sus preocupaciones; no hay en verdad contrastación de estos enunciados que figuran en el marco conceptual, sino sólo de los que integran la fórmula matemática, aunque el autor, ya sea Newton o Kepler, pudieran creer lo contrario. Sus colegas, entonces y hasta ahora, piensan y actúan haciendo caso omiso de su creencia.
La teoría, despojada así de ramaje metafísico, deviene objetiva, y no ideológica
(definiendo lo ideológico como lo parcial o, también, como lo que defiende conceptualmente al sistema social vigente); agreguemos que restringida como la aceptan los físicos, tampoco es ideológica en una tercera acepción del término (visión del mundo), pues se aplica a algunos y no a otros sistemas físicos. El mecanicismo no es la mecánica clásica. Así como los conceptos provenientes de otros campos intelectuales modifican su sentido al integrar una teoría empírica amplia, aquella que identificamos como primer nivel, los pocos elementos que de este nivel pasan a la estructura matemática pierden su significado primitivo para tener únicamente el de las relaciones matemáticas expresadas por la fórmula en que figuran. Fuerza, del segundo principio de Newton, deja de ser el impulso inicial de Dios a los planetas, para ser una resultante,
una función en una fórmula diferencial, que entonces, mediante ligeras modificaciones, puede pasar la fuerza de un proyectil o de un resorte, o de un fluido, modelos empíricos de la mecánica clásica en los que difícilmente pueda interpretarse como proveniente de Dios; deviene anónima, una variable en relación a variables, objetiva, no ideológica, referida sólo a sus relaciones matemáticas y al sistema físico en que se interpreta. Lo ideológico influye sobre lo científico, y en su objetivación se transforma en no-ideológico.
En el análisis de una teoría, encontramos, entonces:
a) ejemplos empíricos de aplicación, que son fuertemente sugeridos como necesarios de investigar a la comunidad científica por los factores no intelectuales de la sociedad, factores intelectuales y el propio paradigma; afirmaciones y las necesidades del campo empírico al que se aplica. En algunos casos —Galileo, Einstein—, son teorías metafísicas del sentido común, o tecnológicas o científicas.
Además, podría sostenerse que en la evolución del paradigma no desaparecen
nunca por completo, permaneciendo fuera de los libros de texto, mas dentro de las ideologías del científico y de las comunidades científicas, no necesanamente coinciden tes entre ellas, sino en ocasiones divergentes, dirigiéndolos caminos a seguir. Vemos así como Laplace, guiado por su concepción materialista del universo, busca y consigue las modificaciones en las fórmulas de Newton que eliminan la hipótesis de un dios inyectando movimiento al universo. b) elementos conceptuales, provenientes sólo del campo intelectual, del que lo tecnológico y artesanal, conceptualizados como teorías o pro-to-teorías, forman parte.
El análisis efectuado de la constitución de un paradigma nos permite rastrear con
corrección el campo histórico de donde provienen, y señalar puntos estructurales del ejercicio de la autonomía relativa de la actividad científica, tanto en el período de ciencia normal, como en las revoluciones científicas. La hipótesis de los dos niveles de conceptualización, nos permitió integrar los puntos de vista de la historia de la ciencia, que estudia los elementos incluso metafísicos en la constitución de las teorías, con el de las reconstrucciones lógicas de la física, que sólo se interesa en lo aceptado por la comunidad científica, a saber: la estructura matemática y sus modelos, resolviendo la contradicción entre ambos puntos de vista.
Al estudiar la estructura de la ciencia, tanto desde el punto de vista de una
actividad comunitaria, como desde la perspectiva de teorías que evolucionan en el tiempo, pudimos formular un esbozo de teoría de la historia de la ciencia, que integra ambos aspectos, borrando asimismo las barreras entre la ciencia considerada como actividad social y la ciencia como producto objetivo. Bibliografía
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